jueves, 31 de enero de 2008

Bienvenidos

Estimado lector:
Este blog recoge mi experiencia como crítico de televisión en el diario El Correo.

Escribo sobre todo relato corto y microrrelato.
Si tienes unos minutos échales un vistazo:

Margen cero

Tus relatos

Cuentos para esperar en los semáforos.

Andrómeda

Cuentos para esperar el ascensor.

Diari Maresme

Sísifo

Marte

Escuela de Escritores

Adiós

No sé qué va a ser de mí a partir de mañana. Los chicos de Enlace me han acostumbrado a salir a diario en los papeles y –ahora entiendo a Sarkozy- me he enganchado. No; de nada me ha servido decirles que me ha llamado Carmen Cafarell para felicitarme y que ayer en el oculista me confundieron con Pérez Reverte.
Les he suplicado que me busquen un hueco en cualquier –menos en necrológicas- sección, pero me han pedido, con muy buen criterio, que vaya levantando el campamento, porque la gracia de este rectángulo está en que sea otro lector –usted, por ejemplo- el que nos dé ahora su punto de vista.
Además las mías no eran críticas muy ortodoxas: empezaba muy formalito hablando de la tele pero la vida se me acababa colando poco a poco. Tampoco eran muy ambiciosas; tan sólo intentaban robarles una sonrisa de complicidad. Pueden volver a leerlas en este blog: http://el-televisor.blogspot.com y –se lo ruego- opinar sobre ellas.
Un abrazo. ¡Huy! Casi –CLIC- me dejo encendido el televisor.

miércoles, 30 de enero de 2008

Aire

Tal vez por eso han bautizado ese late night de Telecinco con ese nombre. El ventilador es en el fondo un artefacto ideado para renovar el viciado aire de una estancia.

De hecho, la aciaga medianoche en que decidí verlo, la atmósfera era casi irrespirable: La Marquesa, Kiko y Lydia Lozano perpetraron –no encuentro otro verbo- ante los televidentes un espectáculo bochornoso. Insultos, descalificaciones, agresiones físicas y antológicos esemeeses enviados presuntamente –“te voy a partir las piernas, zorra”- por Sonia Arenas. Las imágenes, por supuesto, las repitió y explotó hasta la nausea el “Aquí hay tomate” del viernes. La que mejor trabaja el género es Aída Nízar: tanto tiempo en pantalla y aún me desconcierta cómo habla –“Aída no puede tolerar esto”- de sí misma en tercera persona, consciente de que está representando un papel.

Con ventiladores así uno prefiere apagar la caja tonta y apañarse con un abanico o un pai pai. Que corra el aire. En fin.

martes, 29 de enero de 2008

Superviviente

Les va a costar a ustedes encontrar un bañador como el de Joselito y, aunque lo encuentren, nunca –desengáñense- les quedará como a él: o tienen ustedes las hechuras del Ruiseñor u olvídense.
Y no sólo se trata de percha. Para llevar una prenda así hay que ser un superviviente, un Robinson que pasa a mazo del pret a porter. Y Joselito sobrevive: la vida lo ha baqueteado a conciencia y el hombre, tras tantos naufragios, aún respira en esa playa a la que lo ha arrojado el mar proceloso. Lo que menos le preocupa a estas alturas es si se le ven o no las mollitas o la bermuda le va con los ojos
El resto de concursantes ha ido a lucir palmito y nalgas; ha ido a ganar.
Verán ustedes cómo este verano se impone ese bañador largo y grunge; verán cómo lo rescatamos del fondo de armario y nos lo subimos hasta la barbilla; verán cómo lo lucimos en la playa mientras en el chiringuito suena “Campanera”.

lunes, 28 de enero de 2008

Fernando

La mujer tendrá mi edad. No, no la pregunten porque no sabría explicarles con qué artimañas la han arrastrado el plató y la han sentado en ese diván donde se la ve incómoda y expectante. Patricia le ha ayudado a repasar su biografía y ambas saben que ahora sí que sí –“alguien quiere decirte algo muy especial”-; que ahora viene cuando le matan. Una tercera mujer, tras saludar a la entrevistada desde una pantalla, salta a la arena y abraza aparatosamente a la que ha definido como su “mejor amiga de la infancia”. Como ésta parece no reconocerla ni entender a qué viene tanta lágrima, la recién llegada pregunta con acritud por qué narices no le ha escrito ni llamado en estos veinticinco años; por qué demonios no estuvo a su lado en su boda ni en su reciente divorcio, por qué coño, en definitiva, aún no le ha perdonado que le quitara al Fernando
No sabes cuánto lo siento. No sabía, Maribel... –aventura la interpelada forzada por el público y la presentadora, que le afean la conducta.
Elena, me llamo Elena –dice, desesperada ya, la compañera. Elena...
Pues de éstas, amigos míos, a Diario. En fin.

viernes, 25 de enero de 2008

Babel

Nos tiemblan las canillas cuando las escuchamos: “Fernández, diga sus padres que vengan a hablar conmigo”, “no responde al perfil que estamos buscando”, “los papeles del vehículo, por favor”, “te quiero mucho, Adolfo, amor, pero como a un hermano”.
La tele ha consagrado otras frases lapidarias, oraciones solemnes que arrojan a sus oyentes al Infierno o los elevan al Cielo: “estás nominado”; “sale da la Casa de Guadalix...”; “pasas a la siguiente fase”; “ya te llamaremos”.
En el casting de Los hijos de Babel, el Jurado, regodeándose en la infalibilidad de su veredicto, halaga o hunde en la miseria a los participantes.
Una mujer de unos cuarenta años me desarmó. Primero, por la sinceridad con que hizo un rápido inventario de su vida y de sus sueños; segundo, porque cantó con una voz prodigiosa; tercero, por el gesto –“no contamos contigo” con que encajó el fallo de sus examinadores. Se perdió entre bastidores; tenía unos ojos grandes y elocuentes…

Pañuelo

Los telediarios se han hecho un lifting: estrenan plató y hasta cabecera. Hoy, más que nunca, hay que estar atractivos.
Mi amigo Ricardo anduvo enamoriscado de Leticia Ortiz cuando ésta ejercía de presentadora. Encajó mal que contrajera matrimonio y la mañana de lluvia en que se desposó con el príncipe Felipe se hizo republicano.
Mi tío Habilio, que bebía los vientos por Rosa María Mateos, le enviaba cada Navidad a Prado del Rey uno de esos pañuelos de Loewe que nadie como ella sabía lucir en la pantalla. Murió convencido de que la veterana periodista se dirigía a él personalmente cada vez que daba una noticia.
Es curiosa la íntima relación que entablamos con los que nos ponen al día. Y es que uno cambia de serie, de concurso, de magacín, pero casi nunca de informativo. Hay amantísimas esposas que engañan –“no hay mayor traición que la de los ojos”, decía Cernuda- a sus esposos con David Cantero y maridos ejemplares que amamos en secreto a María –lástima de apellido- Casado. En fin.