viernes, 25 de enero de 2008

Pañuelo

Los telediarios se han hecho un lifting: estrenan plató y hasta cabecera. Hoy, más que nunca, hay que estar atractivos.
Mi amigo Ricardo anduvo enamoriscado de Leticia Ortiz cuando ésta ejercía de presentadora. Encajó mal que contrajera matrimonio y la mañana de lluvia en que se desposó con el príncipe Felipe se hizo republicano.
Mi tío Habilio, que bebía los vientos por Rosa María Mateos, le enviaba cada Navidad a Prado del Rey uno de esos pañuelos de Loewe que nadie como ella sabía lucir en la pantalla. Murió convencido de que la veterana periodista se dirigía a él personalmente cada vez que daba una noticia.
Es curiosa la íntima relación que entablamos con los que nos ponen al día. Y es que uno cambia de serie, de concurso, de magacín, pero casi nunca de informativo. Hay amantísimas esposas que engañan –“no hay mayor traición que la de los ojos”, decía Cernuda- a sus esposos con David Cantero y maridos ejemplares que amamos en secreto a María –lástima de apellido- Casado. En fin.

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