viernes, 25 de enero de 2008

Solitario

Tengo una teoría. Descabellada, como todas las mías: si quieren una versión más sensata quédense con la de Soy El Solitario de Antena 3.
Créanme: Jaime Giménez, el atracador más famoso de este país, no actuaba por la pasta. Él tampoco lo supo al principio pero lo que de verdad le ponía, lo que a Jiménez le hacía salivar, era verse más tarde en el vídeo en blanco y negro de la sucursal.
Dar un palo de ese tipo tiene mucho de teatro y el tipo estudiaba una y otra vez las imágenes que fusilaba de la televisión para clavar su papel. Por eso, poco antes de que lo pillaran, perpetraba los robos casi a diario: escogía cuidadosamente trajes y corbatas, engrasaba su muleta, se lustraba los zapatos y repetía compulsivamente la escena, que, siempre e irremediablemente, se le antojaba imperfecta.
Sí. Si quieren una explicación más coherente quédense con los dos capítulos de la caja tonta, con las tablas de Gutiérrez Caba y Ramón Barea; con el trabajo –excelente- de Pepo Oliva.

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